martes, 20 de enero de 2015

Dar Testimonio como Matrimonio

Damos la bienvenida a nuestro invitado, Jorge Sáez Criado, que vive en Burgos, España. Jorge ha publicado más de una veintena de artículos en las revistas Icono, Punto de Encuentro, Ecclesia y Sembrar. Es también el autor de los ensayos La Escala de la Felicidad y Cartas desde el corazón a un hijo no nacido. Su primera novela, Lágrimas de sangre, está a la espera de ser publicada. Mientras tanto, su segunda novela va tomando forma. Escribe hoy sobre dar testimonio como una pareja casada.


Tres compañeros de trabajo. El primero de ellos, a punto de casarse (por lo civil) entiende como lo más importante de ese momento el viaje de novios y las vacaciones que va a tener. El segundo, ya casado (por la Iglesia), te dice que, si lo haces bien, puedes obtener beneficio económico al casarte. El tercero, también casado (supongo que por la Iglesia, aunque no estoy seguro), te habla de los gastos de la boda.
Ahí tenemos tres conceptos sobre el matrimonio. Conceptos que demuestran que esas personas no tienen ni idea de lo que significa casarse. Podríamos añadir otros: el que piensa que se trata sólo de sentimientos, el que no le ve ningún sentido… El caso es que no hay tantas personas que entiendan lo que significa y lo que implica el matrimonio. Porque no podemos negar que todos estos conceptos están muy extendidos. O, cuando habéis dicho que os casabais, ¿no os han preguntado casi inmediatamente a dónde os íbais a ir de viaje? Pues eso.
Y me temo que tenemos que hacer un pequeño examen de conciencia cada uno. Porque me da la sensación de que esto viene porque no hemos sabido o no hemos querido mostrar la grandeza del matrimonio. Todos hemos oído chistes y todo tipo de bromas sobre los matrimonios. Pero ¿cuántas veces hemos oído decir algo positivo? ¿Cuántas veces hemos dicho algo positivo sobre nuestro matrimonio? ¿Cuántas veces hemos sido testimonio como matrimonio? Es algo sobre lo que pensar.

Quizá nos da vergüenza. Quizá nosotros tampoco sabemos por qué nos casamos y lo que implica. Pero si lo sabemos y no somos testimonio, somos responsables, al menos en parte, de que otros no lo sepan.
Si el matrimonio católico es una opción que muchos eligen porque queda más bonita, si el matrimonio civil se ha convertido en un contrato de co-alquiler hasta que uno de los dos decida romperlo, creo que es, al menos en parte, por la falta de testimonios matrimoniales coherentes. Y digo coherentes porque, a lo mejor, uno sí que vive un matrimonio feliz y está encantado con él, pero luego con los amigotes ya sólo se convierte en un tema sobre el que bromear, porque nos da miedo que nos consideren sensibles y vulnerables. Pero es que no es un tema de vulnerabilidad, sino de verdad, de amor, de voluntad.

El matrimonio no es una sensiblería ñoña para un cuento de hadas, sino una lucha en la que la voluntad tiene que superarse día tras día. Y todo regido por el amor, que tampoco es un sentimiento. Si alguien siente mariposas en el estómago, lo que tiene es un problema estomacal. El amor es un tema de voluntad. El sentimiento es un comienzo, pero el amor de verdad es una decisión en la que uno se compromete a hacer feliz a otra persona. Aunque él no sea feliz. Y eso es duro. No gusta. Así que nos quedamos con la versión de la ñoñería, que se presta a todas las bromas que quieras y más, y eso afecta a la visión del matrimonio.
Si queremos que se revalorice el matrimonio, tenemos que empezar por nosotros mismos. Valoremos el nuestro y mostremos sin miedo que lo valoramos. Quizá así podamos conseguir que otros se pregunten si su idea del matrimonio es la correcta. Y esa pregunta será un muy buen síntoma.